Algo falla, quizás habría que buscar otro tipo de campañas que combinasen los medios tradicionales con otros Below the Line, quizás en este tema habría que ir directamente a los bares, a las tabernas, a las escuelas, a las universidades, a las empresas, a los hoteles y todos los sitios posibles, y aplicar en cada uno el mensaje personalizado y adaptado al tipo de persona que lo vaya a recibir. Realmente es así, y por muy inteligente que sea la publicidad y la campaña que ya he dicho que me ha parecido muy buena, tengo muy claro que a un paisano que está en la tasca con sus contertulios del barrio o del pueblo no se le puede hablar igual que a un universitario en plena revolución hormonal y con un volante entre las manos, tres, cuatro o seis copas en el cuerpo y un grupo de colegas jaleando la juerga que se están pegando mientras escuchan música house quemando en la carretera los escasos minutos que quedan para llegar al próximo garito. El mensaje no puede ser el mismo para un padre de familia en carretera con sus tres hijos y su mujer que para un gilipollas como el que me encontré hace un par de semanas en plena sucesión de curvas cerradas invadiendo mi carril con su porsche 911 mientras adelantaba a un cuatro latas en plena noche de sábado.
Algo habrá que hacer, a mi como podéis ver el tema me afecta. No nos damos cuenta que si el lunes después de Semana Santa hubiesen muerto 102 personas por un atentado o por un accidente de avión o de metro, estaríamos superapenados, hablando de ello y pidiendo explicaciones al cielo, pero como los muertos son en la carretera nos la sopla, es lo normal, y son los demás que van como locos.
Solo se una cosa, habrá que pensar si la solución son más recursos, o los mismos pero mejor empleados.
Javier Varela
the orange market ::el blog de marketing::
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Me pregunto yo: ¿Sólo de marketing vive el hombre?
Bueno esta gilipollez que acabe de decir es para ir algo más lejos. El otro día, iba de viaje de trabajo en un coche que no era mío. Un audi A6. En un momento determinado el conductor estaba cansado y me ofrecí para conducir. Bien. Apenas sí oía el motor, apenas notaba el exterior. Juro por lo más sagrado que en un momento miré el velocímetro e ibamos a más de 160 y yo hubiese apostado la cabeza a que no pasábamos de 120. Ni me enteré.
Al final en este tema se mezcla: coche, carretera, individuo al volante y una cultura mediterránea que nos sigue como nuestra sombra.
No he estado en Alemania, pero la gente que vuelve de allí me comentan siempre que tienen unas autopistas impresionantes, van a la velocidad que les da la gana y el índice de accidentes es muchísimo menos. ¿Es una leyenda urbana esto?
En fin, que para mí, el marketing de la DGT es una medida que pretende ser persuasiva y paliativa, pero ni con mucho es la solución, aquí, en España, ni el carnet por puntos.