Las farmacéuticas hacen su buena labor, por un lado, y por otro usan la más potente y veterana mercadotecnia enfocada a incrementar las ventas de medicamentos sin que ello implique necesariamente un incremento de la salud. Los Gobiernos, por su parte, pueden aplicar lo más lícito de esas técnicas y «empoderar» a los médicos para incrementar su autonomía, de manera que se vean capaces de frenar la presión comercial, priorizando siempre la calidad asistencial. Las farmacéuticas, que se presentan como las mejores amigas del médico y del paciente, ¿quieren serlo también del sistema público de salud? En ese caso, no tendrán inconveniente en facilitar el desarrollo de medicamentos genéricos, y en buscar el consenso con las autoridades. Los médicos (los de atención primaria en particular), que dan la cara ante la población y cuidan de su salud, merecen que se afiance su autoridad a la hora de recetar los fármacos más adecuados o de no recetar cuando no es necesario.
Noticia extraída de El País